Tambores son amores es un espectáculo de narración oral donde la música interpretada en vivo juega un papel importante: acompaña al narrador de principio a fin, acompasándose con la palabra y ocupando su propio espacio en las pausas, los comienzos y los finales de cada historia que se cuenta. En eso consiste sencillamente nuestra propuesta. Desde hace unos años llevo apostando por este camino, que es el de buscar el encuentro con otras artes, especialmente la danza y la música. En este proyecto me acompaña un músico argentino con una sólida formación, que toca el bandoneón y también crea pistas de música electrónica para contar conmigo dos de las historias.
Orlando Santana: narración y dirección artística.
Nahuel Lanfranchini: bandoneón y bases electrónicas.
Un narrador local y un músico austral se juntan para homenajear una expresión ancestral de la cultura canaria, el baile del tambor. Trabajan mano a mano para acercarnos ficciones y tradiciones protagonizadas por instrumentos maravillosos; tambores que transforman las vidas de quienes los tocan y escuchan. Saltan atrás y adelante en el tiempo, desde el pasado gomero hasta la década del hardcore canario, cuando aquellos DJ’s locales se curtían en las pistas del sur tinerfeño. Traen acá historias de allá que nos sirven como pulidos espejos: la tradición ojibwe del Big Drum o el cuento inuit donde un hermoso qilaut devuelve la belleza a Piaouk, la muchacha con piel de oruga. Historias de allá y de más cerca, como el cuento marroquí protagonizado por otra muchacha y otro tambor, un bendir cuyo sonido viajó a Europa en la memoria de una abuela. Y este homenaje lo hacen ellos a su modo, con otros instrumentos: una mesa de mezcla que lanza ritmos enraizados en el continente vecino; y un bandoneón casi centenario que despierta ausencias. Ese fuelle viajero sirve para recordar que el tango y el tajaraste tienen sus raíces en el continente que muchos siguen dejando atrás.